«Tenemos que convertirnos en una sola voz para avanzar en esta lucha por la vida»

Prensa Mincyt/Karina Depablos.- De acuerdo con la investigadora mexicana, Katya Colmenares Lizárraga, el legado más importante de la obra del pensador boliviano Juan José Bautista es la formación de comunidades de pensamiento crítico, puesto que es innegable la necesidad de tejer una humanidad nueva.

Durante la apertura de la sexta edición de la Escuela Descolonial de Caracas, Colmenares explicó que es clave recuperar el espíritu del pensamiento de Juan José Bautista porque se tiene su letra y puede haber apropiación, pero la humanidad se puede  quedar en la literalidad y dejar intacto el sentido profundo de la letra de sus obras.

“Creo que uno de los retos más grandes que tenemos es revelar, ordenada y responsablemente, el fuego blanco de la palabra escrita para que su mensaje tome vida y su espíritu habite con nosotros. Juan José dedicó toda su energía a construir un marco categorial que permitiera a las nuevas generaciones la visibilización y el tránsito hacia una forma de vida, una forma de humanidad, de conocimiento y de racionalidad estuviera en armonía con la vida”, manifestó.

Comentó que el punto de partida del filósofo y sociólogo boliviano fue la racionalidad contenida en la vida de los pueblos originarios andino-amazónicos.

“El primer producto de la ciencia es el científico mismo, es la subjetividad de quien lleva a cabo la labor científica. La obra más importante de Juan José Bautista no era solo el entramado lógico y articulado del marco categorial transmoderno y posoccidental, sino, fundamentalmente, la formación de quienes pudieran transitar hacia la transmodernidad y formar parte de una comunidad de pensamiento crítico decolonial”, enfatizó.

Reiteró que la tarea para todos y todas no es solamente dar el debate de las ideas; se trata de que la transformación se haga carne, se haga existencia, se haga comunidad de vida y de pensamiento.

De sociedad moderna a comunidad de vida

Durante su intervención en el sexto capítulo virtual de la Escuela Descolonial de Caracas, la profesora y filósofa Katya Colmenares expresó que esta batalla no se gana con armas, sino reconstruyendo el tejido comunitario y venciendo el egoísmo de la modernidad.

“Es fundamental sistematizar que este capitalismo y la modernidad, para poder desarrollarse, necesitaron destruir las relaciones comunitarias; es decir: las comunidades de vida, en las que básicamente había tres actores: la madre naturaleza, el espíritu de los ancestros y los seres humanos o comunidad de parientes”, indicó.

Según la especialista, para imponer la sociedad moderna y destruir esta comunidad de vida se convirtió a la naturaleza en cosa.

“La filosofía del derecho constituye al ser humano como propietario, como señor de la tierra, y a la naturaleza como objeto para la propiedad privada. La modernidad fomentó la pauperización del campo, la ciudadanización pedagógica que proyectó el ideal de la vida burguesa y citadina, destronando completamente la vida del campo y su valor conminó a la gente poco a poco a ir abandonando las comunidades”, detalló.

Aseveró que el capitalismo necesita tener disponible al trabajador como pobreza absoluta. En otras palabras, queda excluido completamente de la riqueza objetiva.

“La libertad de la modernidad nos deja solos y también nos hace esclavos. El desarraigo de la naturaleza y el desarraigo del vínculo comunitario suponen entonces la construcción de la sociedad moderna. Esta sociedad está conformada por individuos que buscan su propio interés y en el neoliberalismo, en particular, al límite de llevarnos hacia el autismo.  Se apoya entonces en una comprensión antropológica liberal que proyecta el individuo burgués sobre el ser humano, como si el egocentrismo fuese la condición natural del ser humano”, resaltó.

Para Katya Colmenares, también es necesario debatir la destrucción del vínculo comunitario con los ancestros porque la modernidad revela su contenido como un proyecto que pone en caducidad la historia. 

“Nadie quiere volver al pasado, en la modernidad más bien se trata de avanzar, de ir hacia adelante en esta locomotora del progreso. Estamos llamados todos a ser jóvenes. Este desprestigio que tiene la vida de nuestros ancestros, viejos y sabios. El evolucionismo establece que el pasado es animal y el futuro es lo más desarrollado, racional, universal y humano: eso es la modernidad. En el fondo muestra desprestigio de la naturaleza, del pasado, de las tradiciones de los pueblos originarios”, puntualizó.

El ser humano nuevo

En cuanto a la visión del ser humano que vive en la ciudad, Katya Colmenares señaló que este individuo ha perdido a la naturaleza así como el misterio de la vida y el contenido místico de lo natural.

“El ser humano que trabaja con la tierra desarrolla una comprensión mística de la realidad porque vive el misterio contenido en el milagro que se produce cuando siembra y cosecha. Nos referimos a los pueblos originarios. La conciencia moderna social ocupa el espacio de lo sagrado; la comprensión mística adquiere una importancia porque se traduce en la comprensión sagrada del ser humano. La sacralización de la naturaleza se revierte como la sacralización del ser humano; nos alimentamos de lo sagrado porque somos sagrados”, afirmó.

Aclaró que, a partir de la idea de Dios y de las distintas ideas de Dios en el mundo, se han desarrollado distintos modos de vida.

“En la modernidad, llegamos a una política de la administración de la dominación donde cada concepción del ser humano da lugar a un proyecto civilizatorio distinto y significa, en el ámbito práctico, un modo de hacer política. La posibilidad de éxito de los procesos revolucionarios de nuestra América va a depender de la capacidad que tengamos de producir una nueva política comunitaria como la proyección de una nueva humanidad más allá de la modernidad”, apuntó.

Crítica a la racionalidad de la vida

Para finalizar su participación en la sexta edición de la Escuela Descolonial de Caracas, la investigadora Katya Colmenares explicó que la crítica de la razón latinoamericana es un tema pendiente y urgente.

“La crítica de la realidad ya no se trata solo de superar el paradigma de la conciencia. Pretender llevar a cabo el giro decolonial sin haber realizado el giro pragmático es ilusorio, porque el primer paso está en superar el paradigma de la conciencia de la modernidad, pero el paso siguiente es querer ir más allá de la comunidad humana hacia la comunidad de vida; se trata de un nuevo paradigma epistemológico que nos llevará a reinterpretar no solo el modo en el que constituimos la realidad sino el modo en el que establecemos la vida práctica”, subrayó.

Colmenares insistió en que todo lo que somos como humanidad, todo lo que hemos construido, supone un intercambio, un circuito de vida, con el cual siempre hay relación. Sin embargo, aclaró que estuvo siempre oculto, por cuanto la modernidad ha invisibilizado su existencia.

“La modernidad ha invisibilizado el intercambio necesario con la naturaleza al haberla cosificado y la relación con los ancestros al cortar el hilo de la historia. Se trata de recuperar todo eso y establecer el principio como fundamento de una ciencia transmoderna y posoccidental que esté comprometida de manera trascendental con la producción, reproducción y desarrollo de la vida”, declaró.

Invitó a la población a transitar hacia una nueva comprensión de la realidad y de las relaciones humanas porque el planeta está viviendo el momento más crítico de la historia.

“Hay un quiebre de las condiciones de vida como resultado de la cosificación de la naturaleza y del ser humano. El actual esquema de comprensión de la modernidad es responsable de lo que estamos viviendo; necesitamos la recuperación del horizonte de comprensión de la comunidad de vida, no como opción romántica, sino que es un imperativo que nos enfrenta a la necesidad de asumir la responsabilidad por la comunidad de vida de manera radical”, puntualizó.

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